Todo lo que sé lo aprendí de videojuegos

Hay un hombre sabio con el que convivo regularmente. Un hombre sabio cuya mente nos ha traído joyas como “Si no te vas, no van a llegar mis papás por mi”, “Hay un tiempo y un lugar para todo, sólo que la mayoría de esos tiempos son la carrera” y “si no lo veo no es ilegal”. Ok, quizá no es un hombre sabio, quizá está bastante wey, pero hay una frase que, por honor, no puedo usar sin achacarle el crédito. Una frase tan cierta y relevante que ha moldeado mi manera de interactuar con el mundo. ¿Cuál es la frase?

“Todo lo que sé, si vale la pena ser sabido, lo aprendí de videojuegos.”

-Chewie, 2013

Bienvenidos a otra entrada del Blog Random.

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Aquí el autor intelectual de la frase llegando de su trabajo como auditor y cazador de dragones.

 Bueno, quizá exagero en nombre del dramatismo, quizá he aprendido una que otra cosa útil sin un control en las manos, pero cierto es que he aprendido muchas cosas jugando. En el tercer episodio de La Hora Random, “Apriete A para preguntar por su madre” (de nuevo, si no lo has escuchado, te recomiendo ampliamente que le des click en el link… ándale, ¡hablamos sobre pequeños ponies y sale Chabelo!) platicaba un poco acerca de cómo los juegos me han dado algunas estrategias para manejar mi ansiedad de una mejor manera. Pero eso me dejó pensando acerca de las muchas otras cosas que he aprendido jugando.

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Ahora, por ejemplo, sé que esquiar es peligrosísimo

 Las decisions tienen consecuencias

Soy una persona muy narrativa, mis queridos randomitas. Amo escuchar una buena historia, y la neta, amo narrar historias, también. Me fascina cuando un mundo casi cobra vida mientras ves un buen programa, o lees algo chingón. Y cuando terminé el último libro Harry Potter en mis juventudes, admito haber sentido una especie de vació existencial. Además el final fue nefasto.

 harry

¡Accio J. K. Rowling! Tiene que explicar un par de cosas…

 Aquí los juegos pueden hacerlo un poquito mejor, pueden hacer que la historia cambie de acuerdo a lo que tú, como personaje, decides. Hay verdaderas joyas, como las creadas por Bioware (Mass Effect, Dragon Age) o Telltale (The Walking Dead, The Wolf Among Us), que te obligan a tomar decisiones incómodas. Decisiones para las que no hay una respuesta “correcta”. Decisiones que tendrán consecuencias. ¿Curas a los Krogan (una raza de anfibios antropomorfos guerreros simpatiquísimos) de la aflicción que los impide reproducirse? Si no lo haces, probablemente se extingan. Pero si lo haces, es muy probable que inicien una guerra, el conflicto está en su naturaleza. Ah, y si decides curarlos, sacrificas la vida de uno de tus personajes favoritos,

 mordin

I am the very model of a scientist salarian… ¡Te extrañamos, Mordin!

 No hay una respuesta correcta, y me quedé pensando qué debía hacer por un buen tiempo, mientras los personajes intercambiaban miradas incómodas esperando mi decisión. Claro, las consecuencias no salen del juego, y terminan en cuanto decida bajar el control, pero te dejan pensando. ¿Qué haría si neta me pasara? Además, elija lo que elija, Clementine se va a acordar.

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¡No me Juzgues, Clem! ¡No tenía otra alternativa!

 Se vale no saber

Parte de mi ansiedad surge de querer controlar todo lo que puede salir mal. Para eso, tengo que tratar de prever todo lo que puede salir mal. El pex es que en mi afán por saber, se me escapan cosas chicas, cosas obvias. Sí, bueno, quizá ahora tengo la ruta óptima para llegar hasta el paradero sin encontrar arañas gigantes, coches descontrolados y asesinos seriales, pero ¿cerré la puerta bien? …chingaus. Pero algunos juegos se tratan precisamente de lo contrario, del no saber, del aventarse sin tener la más remota idea de qué hay a la vuelta de la esquina. Juegos como estos te dejan libre en un mundo abierto y desconocido, para que tú lo descubras por ti mismo. ¡Y ahí, el no saber es algo maravilloso! Lo hizo mucho más agradable cuando encontré un local de carreras clandestinas de ratas topo mutantes en Fallout: Si lo hubiera visto venir, no hubiera sido tan hilarante. Además, vamos. Ratas topo. Son la onda.

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Tan solo mírenla. La viva imagen del carisma.

 Esto va aunado a una lección igualmente importante: no sabes qué vas a encontrar, pero es probable que puedas hacer algo al respecto. Incluso si ese algo es “CORRE WEY, QUE ESTOS ORCOS TE VAN A ATORAR”. Porque el miedo a lo desconocido no es a lo desconocido en sí, sino a que eso desconocido nos supere, nos abrume. A que nos arrolle sin que podamos hacer nada al respecto. Pero no nos detenemos a pensar ¿y si sí podemos hacer algo al respecto? Y, si fuéramos link, seguro podríamos.

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Después de todo, como él mismo dice elocuentemente: “Haat! Hyaaat! Toohyaaa!”

 Todo es mejor con los amigos  

Una de mis experiencias favoritas (EVER) jugando videojuegos fue Kane & Lynch 2: Dog Days. Si no saben mucho sobre juegos no tienen manera de saberlo, pero esa confesión es algo altamente inusual. Kane & Lynch 2 A-PES-TA. Apesta hardcore. La historia es incomprensible, las mecánicas de juego son apenas funcionales, y… bueno, básicamente no tiene nada a su favor. Excepto una cosa. Una cosa importante. Lo puedes jugar con un amigo, en cooperativo. Y ese amigo, en mi caso, fue Oliver. Entonces, Kane & Lynch 2 fueron 4 de las horas más hilarantes de mi vida, llenas de carcajadas cada que la nefastez del juego levantaba su cabeza, y Oliver trataba de replantear la historia.

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Pues mira, Chepe. Se trata de que mi personaje tiene una novia oriental. Y tiene un depa, donde se la banguea. Which is awesome. Y tu personaje es compa, y ps por ahí anda.

 Esto prueba que una experiencia pinchona, con un buen amigo (o primo, o hermano), puede convertirse en una de las mejores. Pero ¿y una experiencia que de por si es buena? Bueno, esas son FREAKING AWESOME. Pocas cosas son mejores que reunirte y estallar en gritos por una flecha bien acomodada en Towerfall. O cuando Chewie se sale del helicóptero que nos llevará a la seguridad del apocalipsis zombie, para rescatar a un personaje gritando “¡NO LA PUEDO DEJAR! ¡YO LA AMO!”. O mi hermana y yo jugando Mario y cayéndonos en TODOS Y CADA UNO de los precipicios. Esos, mis queridos randomitas, son los pequeños momentos que le dan sabor a la vida. Da la casualidad que también pueden llegar con un control en la mano.

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Y no podemos olvidar a los narvales espaciales.

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